martes, 14 de junio de 2011

Herederos del hoy y el ahora


Después de una semana con carga policial y desalojo en el Ayuntamiento de Madrid, vivir con los indignados en la puerta del Sol el día del desmontaje del campamento y manifestación sorpresa con sus correspondientes cortes de tráfico un domingo por la noche, por fin estoy de libranza.

Han sido unos días de reencontrarme con el Movimiento 15M y de ver cómo dejaban como una patena la Puerta del Sol (comportamiento ejemplar, todo hay que decirlo, la plaza está reluciente), y se te queda un extraño sabor de boca y la pregunta de qué vamos a hacer para el periódico ahora que todo esto ha pasado.

Hay años que están repletos de noticias, y éste lo está siendo. Desde las elecciones con su campaña previa a este movimiento ciudadano que nos ha dejado portadas y más portadas de todos los rinconces de España, pasando por la crisis y la polémica del diccionario biográfico de la Academia de Historia. Además, se nos han ido Elisabeth Taylor, Ernesto Sábato y Jorge Semprún, se nos ha casado el próximo heredero británico y hemos vivido las revueltas árabes y la captura de Bin Laden. A esto hay que sumar las noticias que vendrán, como la visita del Papa a Madrid. Un año perfecto para hacer una beca, pero tremendamente agotador.

Las noticias son inesperadas y aparecen en segundos. Te implicas y las vives como si tú estuvieras dentro de ellas, porque la mayoría de las veces lo estás, entre la gente, camuflado, con el cuaderno y la grabadora en las manos, sudando a chorros y quemándote la piel con el sol. Tirado en la calle, sentado en el suelo sucio de las plazas y encaramado a las farolas y poyetes para poder ver mejor lo que luego tendrás que contar. Cuando tengas que ser los ojos de cientos de personas que no pudieron estar allí.

Y ese es el peso de nuestra responsabilidad, esa tremenda responsabilidad de que lo que la gente lea será, a veces, la única versión que tengan de un hecho concreto. Llegas a casa, llegan los días de descanso y el cuerpo se relaja, pero la mente sigue dando vueltas. Pensando en lo que contarás mañana, en lo que te hará salir a la carrera de la redacción, en lo que no puedes planear porque solo el destino y el tiempo lo saben. La cabeza sigue dándole vueltas, porque en esta carrera no se trabaja, se vive cada día como periodista y cuando llegas a casa, sabes que el teléfono puede sonar en cualquier momento para decirte que dentro de cinco minutos tienes que estar en la otra punta de la ciudad.

Ser periodista es eso: ser. Nunca te quitas la chaqueta ni dejas el bolígrafo en casa, porque no se puede luchar contra el azar. El horario es una utopía que solo algunos días puede llegar a cumplirse con un poco de suerte y una alineación de planetas. Compañeros periodistas, sabíamos a lo que veníamos, y quizá por eso lo nuestro tiene más delito.

Hay días desesperanzadores de temas que se caen del planillo, de reportajes que no salen, de jornadas maratonianas de 16 horas, de comentarios de los lectores que directamente te insultan, de cartas al director de gente que cree que cada página se hace en cinco minutos, y de amenazas de denuncia que te ponen a mil el corazón. Hay días que piensas en tirar la toalla y te preguntas si todo esto merece la pena. Pero entonces solo nos queda la vocación y pensamos que no seríamos felices haciendo otra cosa que no fuera esta. Ser periodista es ser, y serlo a pesar de las tempestades, de tener que correr ante la policía y saltarnos carteles de "No pasar", de meternos en edificios en ruinas y adentrarnos en los barrios peligrosos. Un sabio decía que el periodista es aquel que corre hacia el lugar de donde la gente huye. Somos unos inconscientes, pero no nos sale ser de otra manera. Por eso cuando el momento de la desilusión llega, solo nos queda agarrar con fuerza la libreta, la agenda, la grabadora y el móvil y salir corriendo a las calles. Somos hijos de la inexactitud y el imprevisto, herederos del hoy y el ahora. No sabemos vivir sin ello. Y tampoco queremos.