jueves, 30 de abril de 2009

Cuando la camiseta le gana la batalla a la camisa

Hace tiempo peleaba, reñía, discutía (como queráis llamarle, al fin y al cabo fue sólo simple diálogo) con un amigo sobre la indumentaria adecuada para acudir a la Feria. En pleno viaje a Túnez, pudimos pasar una hora tranquilamente tratando temas feriantes como el clasismo, la importancia de arreglarse, la condición social de los que van a la casetas y la hospitalidad del Real.
Una hora calentita en la que nos encendimos para nada. Para acabar confirmando lo que todos ya sabíamos de antemano: la Feria es tu Feria, la que tú quieras construir.
En aquel momento, cierto es que el alcohol me convenció de que mi opción era la correcta: la Feria era para vestirse de chaqueta. Pero resulta que llega el lunes del Alumbrao, y me encuentro ante una duda: llevo 9 días estando en camiseta, cómodo, natural, feliz... y de repente llego a un mundo artificial, ficticio, recargado... Un mundo en el que yo siempre he vestido chaqueta y corbata, y a veces incluso traje. Y resulta que este año me parece extravagante, artificial como ya he dicho, tremendamente antinatural. Miro a mi alrededor y soy capaz de ver por primera vez en mi vida la simpleza de la fiesta por encima de tanto ornamento. Curioso momento para darme cuenta.

Pregunto a mi alrededor si es normal que haya perdido de repente este interés por arreglarme como un señorito andaluz. Me dicen que con mi edad lo raro es cómo no me lo he planteado antes. Me planto mi vaquero claro, mi camisa y aún así sigo siendo un poco señorito... pero por ahora es lo máximo que voy a arriesgar, teniendo en cuenta lo que me cuesta asumir riesgos.

Al final resulta que estos 5 años sí que me están transformando, volviéndome menos barroco, eliminando tanta palabrería de mis principios y resumiéndolos en lo más simple. Este año la camiseta le ha ganado la batalla a la camisa y la corbata. Nunca había caído en que lo importante, el verdadero espíritu de la Feria, es el compartir, el ser hospitalario, el tener siempre los brazos abiertos de par en par. Bonita moraleja la de este año. Posiblemente una de las más inciertas ferias de los últimos años me ha dejado una de las enseñanzas más valiosas en tantos años de sevillanía. Al final los trianeros me han llevado, muy a gusto, a su terreno...

martes, 28 de abril de 2009

A veces

A veces me siento como en un gran teatro en el que todo sucede ante mi impotencia. A veces intento traspasar la mampara cristalina que me impide intervenir. A veces te preguntas por qué estuviste allí en ese momento y si hubiera sido mejor haberse esfumado como la niebla. A veces desearía tintar los cristales y no querer adivinar lo que hay al otro lado.

A veces el azar me anula por completo, y desmonta mis andamios contra todo pronóstico, y me expone a pecho descubierto a la dureza de este mundo que no termino de comprender y en el que todo es tan frágil... A veces se me escapa una lágrima sincera en la noche, y su humedad me destroza al derramarse por mi cara. Y a veces desearía no tomarme este mundo tan en serio como para sufrir, como para desgastarme a fuerza de martillo y yunque.

A veces me miro al espejo y deseo que, por un segundo, sea un hombre de piedra el que aparezca al otro lado. Pero nunca sucede.

domingo, 26 de abril de 2009

Túnez Dreams I : el prólogo del Kabul

"41 Sun Riadh, s'il vous plaît". Así terminó la aventura. El bar del Riadh Palms abarrotado por la promoción tunecina de Periodismo de Sevilla pidiendo aquel cóctel naranja tan extraño que nos había acompañado durante nuestra estancia en Sousse. Pris de fondo animaba a los indecisos con demasiada resaca como para seguir bebiendo: "el último frezizuiiii".

Nueve dias. Nueve días que comenzaron con la estancia de una noche en Barcelona. En un hostal pintoresco a más no poder, europeo e impregnado de un espíritu Beverly Hills que lo flipas, el Kabul. ¿Mi cuarto? Un despiporre. Y más, cuando a las 11 de la noche, creyéndonos que todo está ya tranquilo, suena la puerta. Las niñas estaban con nosotros haciendo botellón en el cuarto con vistas a la Plaza Real, y de repente asoman por la puerta tres guiris de cabello oxigenado, probablemente las más feas de California, y nos quedamos muertos. Son nuestras compañeras de cuarto. Huimos despavoridos botellas en mano hasta el cuarto de Glo, Flora, Inma y Laura. Bebemos rápido y bajamos rumbo a algún lugar no demasiado caro. Por el camino, mojito calentorro a buches, y con nosotros, un americano surfero llamado Matt al que nosotros hemos bautizado como Zack Morris. Por el puerto deambulamos y una chavalilla nos ofrece pintas a un euro: con la mentalidad ya puesta en el regateo tunecino, le decimos que no. La chavala se queda loca, y al momento reaccionamos y nos damos cuenta del chollo. Pasamos la noche en la tasca a chupitos de tequila con el guiri y de pinta en pinta.

Pero la historia no acaba aqui: al llegar al hotel de vuelta nos damos cuenta de que los que se fueron temprano no están. Llamamos y vamos a buscarlos. La sordidez de las ramblas nos coge por sorpresa a Emilio y a mi. Detenidos frente a la Plaza de Cataluña, nos ofrecen de todo de manera alterna. Aqui no hay control, ni un policía, es un terreno sin ley. Los camellos le han tomado el relevo a los mimos y los acróbatas en pleno bulevar. Finalmente encontramos a los demás, y al llegar al cuarto, sorpresa: ¡las guiris han vuelto!. A partir de aqui todo se vuelve turbio, lo mismo chapurreamos inglés con las rubias que nos reimos de ellas en español. Ellas, por supuesto, no se enteran de nada. Curioso cuadro...

A la mañana siguiente, Sagrada Familia y Paseo de Gracia. Nos contagiamos del espíritu de grupo y salimos ya con nuestras camisetas de Túnez. Día tranquilo comparado con todo lo que pasaría después con sabor a bocadillo de butifarra de la Boquería. Pero como siempre, en el momento crítico, llega la emoción: nos perdemos en el metro barcelonés, y queremos asesinar al que diseñó un subterráneo con tantas escaleras. 20 kilos de maleta cargada a cuestas corriendo porque perdiamos el tren. Y lo perdimos. Una hora sentados en el suelo de la estación de Sants esperando a un tren que debe llegar pronto si no queremos perder el avión a Túnez. Comemos frutita para no explotar de nerviosismo e Inma, aprovechando la ocasión, entabla conversación con una mujer musulmana, que nos enseña las palabras básicas para manejarnos en árabe.

Por fin llegamos al Prat, y nos reunimos los 41. La suerte está echada. Va a comenzar el viaje de nuestras vidas con altos pronósticos de lluvia y un elevado índice de ganas de hacerlo inolvidable. Desde las ventanas del aeropuerto vemos el aparato de Air Europa. Estamos embarcando. Hasta dentro de una semana, España.

lunes, 13 de abril de 2009

Pascua

Muchas veces he vivido lo que se puede denominar como "Dios con nosotros". Es esa parte de mi fe que afirma que Dios no reside en los sagrarios, ni entre los muros pesados de las iglesias, sino que se reparte como el viento, en cada uno de los corazones. A veces he creído que había gente especial, que determinadas personas poseen unas cualidades y una personalidad mejor que la de los demás, pero nunca había llegado a vivir esa muestra de "Dios con nosotros" de una manera tan clara como lo he hecho en estos días.

La desierta San José del Valle nos recibía el pasado Miércoles Santo como una casa helada y solitaria, desacogedora y funcional. Yo aún creía estar ante el paso del Cristo de La Sed en Eduardo Dato, y me arrepentía enormemente de haberme montado en el autobús.

Pero pasaron los días, y me dí cuenta de que estaba allí para disfrutar del momento, y que debía olvidar mi Semana Santa para retornar a aquella experiencia que yo no conocía. De que tenía que dejar de echarle la culpa a aquellos que me forzaron a ir, y comenzar a vivir aquello dispuesto a dejarme sorprender.

No ha sido una Pascua de reflexión, porque la elaboración de las partes del día, y la colaboración con las diversas tareas necesarias no lo han permitido. Pero mis ocasiones para mí pasaron, y ahora estoy sirviendo, intentando desde mi escasa experiencia guiar a estos pequeños que llevaba a mi cargo. Y ha sido espectacular. Cuando les miré a los ojos ayer en la despedida de los amigos de Granada, y vi que lloraban como lo hago yo al final de cada Espino... supe que todo había merecido la pena. El ciclo se había cerrado satisfactoriamente. Ya son como yo, y eso me enorgullece.

Mi vía para acercarme a Dios esta Semana Santa ha sido la eternamente olvidada, pero cercana a mi: la música. Luis (la muestra viva de cómo ha de llevarse un coro desde la humildad y la ilusión, todo entrega), Carmen (la que llegó como yo, sin ganas de hacer amigos y se encontró con dos sevillanos que la tomaron de cantora principal para que renaciese), Emi (una voz preciosa aunque ella no se lo crea y el eterno retorno a la pregunta ahora contestada: existe vida después del Espino y puede durar los años que quieras, sólo depende de ti), Juanito (mi discípulo de Emaús, con el que llevaba una trayectoria de desencuentros que han desembocado en una magnífica amistad, una de las personas que me han dado la bofetada para decirme que Dios no está en las relexiones siempre, sino que reside en el corazón de los que te rodean; y que me puso los vellos de punta con ese Siente cómo llora Dios) y David, por supuesto, que huyó del coro de Sevilla porque dejó de ver a Dios en los pentagramas, como me estaba pasando a mi, y con este maravilloso conjunto de Granada, ha conseguido reengancharse a esa escalera de sonidos que llegan directos a los oídos del Creador.

Los 5 magníficos que me acompañan en esta aventura de ser catequista incluyendo a mi coordinador, el embolicador nato de Trigo; los 5 polluelos que han resultado ser águilas en esta convivencia y a los que, en principio, iba a acompañar, aunque después resulta que me han acompañado a mi; los 5 años que llevo compartidos con Sergio y Emi en los espinos y que me han hecho mejor persona y que sólo me salga de la boca la palabra GRACIAS; los 5 esplendorosos componentes de este coro que me ha recargado las pilas para trabajar por una música que le saque una sonrisa a los cielos; los 5 días que me han sorprendido y me han dado lo que yo le pedía a la Pascua: valentía para afrontar mis proyectos y recuperar mi buen humor después de tanto estrés vivido.

Ahora no queda el recuerdo, queda la ilusión, la esperanza que siempre hemos transmitido esta semana más humana que santa. Quedan los momentos que viviremos, las risas que echaremos y la música, siempre la música, como un dardo directo al corazón que lo supera todo. Fui a la Pascua para cerrar el expediente definitivamente y resulta que he pedido ampliación de matricula. Cosas de la vida...

lunes, 6 de abril de 2009

Adiós a las ondas

Como si todo hubiese sido un sueño, nada más. Así se fueron los tres meses ante los micrófonos de Andalucía. Esta tarde, recogiendo mis cosas apenas hace una hora de la mesa de la redacción, hacía un esfuerzo para no derramar una lágrima. Desde que crucé esta mañana el torno sabía que algo se me iba con esa última entrada, con ese último pitido de la puerta al reconocer mi tarjeta de becario.
Lunes Santo para despedir la que ha sido mi segunda casa del 2009, la sección de deportes de Canal Sur Radio. Los Reyes me trajeron unas prácticas con las que me metía en la boca del lobo, y la Semana Santa me las ha arrebatado, ahora que la fiera no era sólo dócil, sino una fiel mascota a la que le tienes cariño.

Se acabaron las 5 horas diarias, y con ellas se va una parte de mi. Lo que no me transformó el Diario, me ha transformado la radio... y de forma totalmente inesperada. Me llevo del Pabellón de Andalucía tesoros de incalculable valor: la espontaneidad, la alegría, la profesionalidad, la naturalidad y lo genuino de unos compañeros geniales.


El deporte ha sido sólo el vehículo (insospechado vehículo) que me ha llevado hasta la siguiente parada de mi vida profesional. Y hay tanto por lo que dar las gracias, tantos momentos de risas y de tensión, de nervios, de emoción y de recuerdos, de enhorabuenas y de broncas. Y todos ellos no los cambiaría por nada. El deporte, mi bestia negra, me ha hecho no sólo mejor profesional, sino un mejor ser social. Y procedo inmediatamente a dar todas esas gracias que nunca dejaré de dar cuando me vengan los recuerdos a la mente.

Gracias a Manolo Martín, el gran genio del Sevilla, por llevarme en volandas a mi primera rueda de prensa, a conocer a ese Manolo Jiménez al que sólo conocía de oídas, y por presentarme a los compañeros de la profesión. Por tantas llamadas pidiendo que grabara la rueda de prensa y porque fue a él a quien acudí cuando me quedé afónico.

Gracias al enorme Tato Furest, porque es cierto que "tenías tanto que darme". En ti he conocido la experiencia, el valor de una trayectoria que yo ahora mismo sólo puedo soñar. El respeto por la sabiduría del que se ha forjado un nombre con el esfuerzo de cada día. Que aún recuerdo aquel día que le dijiste a María José que no me enseñara nada porque era sevillista... quien volviera a aquellos inicios.

Gracias a Santi Roldán, el que fue mi jefe y para mí podría serlo siempre. Infinitas gracias, a ti te lo debo todo, por no haberme permitido cambiarme de sección cuando llegué con el miedo de no tener ni idea de deportes. Sin aquel instante nada de esto habría sucedido. Te seguiré en el Estadio. Y gracias a Javier Pardo, el jefe de mi último mes, porque siguió la línea de Santi, y primó la enseñanza mía propia dejándome hacer a mis anchas.

Gracias a Juan Bustos. Fuiste el primero que me echó una bronca gorda, pero también el primero que me diste trabajo. Confiaste en mi y me mandaste a mi primera rueda de prensa solo, me permitiste entrar en directo en el informativo local, dar la información del Sevilla en La Jugada y gracias a ti en parte me forjé como un periodista de verdad y no en un esclavo que hace y calla.


Gracias a David Hidalgo. Tú me enseñaste el primer día como funcionaba todo: los programas, las máquinas... Entro cada día en los ordenadores con tus claves porque no tengo mía propia, y a fuerza de cachondeo y pullitas me hiciste una voz de radio que no teme a nada en sólo tres mesecitos.

Gracias a Nuria Gaciño, por su frescura, su cariño, su apoyo cuando estaba de bajón, esas piezas que me encargabas y que me han hecho periodista radiofónico le pese a quien le pese. Una galleguiña que luchó por ser deportiva y que ahora no se amilana a pesar de ser la única mujer entre tanto hombre.

A José Pardo, por todas esas tardes quitándonos la mesa. Porque de él aprendí que la dulzura y los buenos modales te abren la puerta de cualquier sitio. Gracias por todo ese cariño y por toda la paciencia.

Gracias a Rubén Hergueta, por la buena acogida y la sonrisa en todo momento, por todos los "por favor". Recuerdo los momentos en los que confundías mi voz con uno de los locutores de Canal Plus, y volvías la cabeza hacía la tele porque te creías que era yo leyendo en alto y que me había vuelto loco. Y por abrirme un futuro.

Gracias a Juan Miguel Vega, el flamante profesional que confíó en mi para que en La Jugada del Fin de Semana pudiera dar no sólo el baloncesto, sino la segunda B y, hasta que terminaron los carnavales, la Premier y el Calcio. Prodigioso aprendizaje.

Gracias a los del otro lado de la mampara: Angelito (por dotarme de mi propia sintonía, por el sonido de grillos, por el Probe Migue...y muchas cosas más), Mamen Gil (la productora más tierna con su tesis interminable y la pasión profunda por su Sevilla FC), Marcos Barón (por ponerme Canal Plus cuando no lo encontraba en la tele) y muchos otros.

Gracias a Jesús Márquez, por demostrarme lo que es una retransmisión perfecta, por mostrarme que la radio no se aprende sino que sale de dentro, y por llamarme siempre Miguelito en lugar de "el nuevo".

Gracias a MªÁngeles y a Antonio Ortega, mis maravillosos becarios predecesores, que me dieron comprensión, apoyo y mucho cariño, sabiendo por lo que han pasado y queriendo volver a aquellos días que he tenido la suerte de disfrutar.

Gracias a los de los titulares (Valentín, Charo y Cattoni), a los de las delegaciones (es imposible nombrarlos a todos, sois demasiados!) y a todos los que supieron transmitirme ese amor por la radio que yo desconocía.

Y GRACIAS a ti. Al impresionante, original, genuino, inocente, imaginativo, eterno, curioso como un chiquillo, alegre siempre hasta cuando hay resaca, feliz, flamenco y tremendamente popular, mi jefe de programa (eres el jefe aunque no quieras) David Gallardo. Sublime en todas sus facetas, en todos los momentos, inesperado, un monstruo de la radio que sabe reinventar lo reinventado hasta converirlo en un desmadre. Un Groucho Marx de las ondas. Me enganchó desde el primer día y "me sacó la poca vergüenza". Hasta comvertirme en lo que soy hoy.


Geniales todos como una sorpresa inesperada. Más que compañeros, aliados. Porque cuando ellos me dicen "el nuevo" o suena la música de Hitchcock sé que detrás hay unos lazos que me han hecho mejor periodista que los 5 años de carrera. Tremendas gracias a Canal Sur y a esta oportunidad. Ya sólo queda el recuerdo, bello, pero recuerdo.