lunes, 29 de octubre de 2007

Un día duro

Dos cosas han pasado hoy, dos cosas que por separado, pues no me habrían marcado como lo han hecho, pero lo cierto es que cuando llego a mi casa, en el reposo del silencio de mi habitación, mientras las luces deslumbran por la ventana los cristales del bloque de enfrente, y me paro a pensar esos 5 minutos que me permite mi horario de locos...me doy cuenta de que me tengo que sentar y respirar hondo, soltar un suspiro que me atosigaba en el pecho desde el mediodía.
Mil veces me han dicho que no puedes responsabilizarte de todo lo que pasa en el mundo. Pero cuando se trata de la gente a la que quiero, soy como dice el doctor House de su adorada jefa: "aquel que se preocupa por todo nunca será feliz, pero posiblemente hará feliz a los demás". Yo no creo que no vaya a ser feliz, pero si que me duele en el alma lo que le sucede a la gente que me rodea. Si a ti hoy se te cae una lágrima cuando no lo espero, es a mi al que se me saltan las lágrimas...aunque no sepa por qué lloras, aunque ni siquiera quieras decirmelo...mis ojos se enturbian un poco, e intento disimularlo, y me tiembla la voz...y no quiero que me veas llorar porque en mi profundo orgullo se que no me perdonaría llorar en público..pero de verdad te digo que se me ha encogido el corazón, y que en cada gota que caiga de tus ojos, ahí estaré yo para recogerla y apretarte la mano si un día te hace falta. Que todo se arregla, y aunque yo no sea fuerte, sé que se arregla si algo está en mi mano. Me importas y lo sabes, y aunque yo vaya de tránsfuga, hago barbaridades delante de todos si con eso te ríes un poquito de este payaso al que hoy le has dado un susto.
Pero si no era bastante, esta tarde, mas bien esta noche, se me ha revelado algo que quizá no quería oír. Vamos a explicarlo...
¿Sabéis lo que es el síndrome del tren perdido? Pues lo que sufro yo ahora... Imaginate que tienes que tomar una decision y decides no arriesgarte. Pasan los años y nada cambia, todo va bien, la cosa está tranquila. Pero llega un día, y como en un espejo que te da hasta miedo de lo que se parece a aquel día en que tu decidiste quedarte quieto, descubres que alguien a quien aprecias le esta sucediendo lo mismo que a ti te sucedió, y que, por azares del destino, toma la misma decisión que tú. Y le rebates lo que dice, le aconsejas que sea valiente, que huya por su sueño, pero te dice que no puede...y tu en el fondo te quedas tranquilo, aunque sepas que no es lo que quiere. Te quedas tranquilo porque sabes que ha hecho lo mismo que tú, y que lo tuyo no fue un error. Pero un buen día llega, y de improviso te dice que ha cumplido sus sueños, y que lo abandona todo sin importarle nada. Y entonces te das cuenta de que nunca se rindió, de que siguió intentándolo...y te duele...porque tenías en él esa esperanza de que tu camino era el correcto, mientras él seguía luchando y tu te conformabas con la resignación. No puedo decir que me haya ido mal, pero sé que me preguntaré toda la vida cómo hubiera sido si hubiese llegado hasta el final... Además, claro, de que a él lo echaré de menos, el que él cumpla su sueño (y el mío frustrado) implica que tendré que renunciar a escucharlo hablar con tantas ganas, a esa vocación que me ha hecho leer periódicos cada día, a los ratitos de incomprensión en los que supe que él me entendía sólo porque pensábamos distinto. Sé que te echaré de menos, pero pienso aprender de tí todo lo que sea posible. No siempre hay que aprender de los mayores, ¿no?
Y después de este día, con el corazón encogido y ganas sólo de no pensar más, me despido, que en días como hoy lo mejor es acostarse y pensar que el de mañana será mucho mejor.

domingo, 28 de octubre de 2007

El Dios de los silencios

Dicen por los despachos que el socialismo ahoga al Dios que nos creó. Dicen los obispos, la Conferencia, irrefutable y sacra Conferencia Episcopal, que la Z de Zapatero está borrando las creencias de una España que fué.

Pero lo cierto es que cada día más, me siento liberado. A veces me pregunto si la Iglesia en que creo se quedó dormida en el sepulcro abierto del Gólgota. Si la institución que dió Dios a los hombres para crear el Reino en la Tierra, se estrangula a sí misma en sus regulaciones y rituales. Mi Iglesia, aquella que creó la mano de un carpintero cuando encomendó a un pescador de aldea el legado del Hijo del Hombre, la encuentro entre los muros del Vaticano, pero escondida entre las columnas, sin atreverse a salir. Me temo que Dios nos observa, con cierta nostalgia en su divino gesto...en silencio amargo, viendo como matamos y herimos su creación, como nos ensuciamos las manos con el verde dinero que arrasa a la verde naturaleza.

Creo oír a mi Dios, al Dios de mis silencios, en las velas calladas de iglesias de extrarradio, en las sonrisas esperanzadoras del familiar que se refugia en las sábanas del enfermo, en la mano cansada que raspa con sus callos pero sigue cogiendo con fuerza la mano de su hijo en el gentío.
Mi Dios no se ahoga, mi Dios ha decidido estar en silencio, porque ya bastante hablamos nosotros en la Tierra. Comunicarnos con sólo su presencia que siempre está entre nosotros, que no quiere manifestaciones por la familia, que el amor traspasa las fronteras del sexo, como un día lo hizo de la edad; que no quiere batallas diplomáticas, que el es su propio embajador en los corazones del mundo; que no quiere guerras entre hermanos, que los que murieron en guerras civiles tienen que ser llorados sean del bando que sean, porque todos son hijos del amor...

Mi Dios, el Dios del mundo, llamado de distintas formas porque así de caprichosos somos los hombres, no está callado porque no le importe el destino de las almas...Quiere que nos callemos, que dejemos de insultarnos, de sembrar batalla en los parlamentos, de mandar tropas a tierras lejanas, de juzgar mal y herir a aquellos que son distintos. Porque en el silencio de la Tierra, cuando no se oigan gritos, entonces escucharemos respirar a aquel que un día nos creó, y nos preguntaremos por qué dejamos de oir latir nuestros corazones para escuchar el tintineo de las monedas y los clamores de los políticos, si al final de los tiempos sólo lo que se haya hecho con amor será lo que prevalezca.